Cuentos que Alegran el Alma
Diplomacia de Altura
Por Hernán Siches
Había sido una semana muy intensa. Luego de un viaje definido a último momento había partido acompañando una misión de asistencia tecnológica a un “país hermano”, dentro del marco de un préstamo de Naciones Unidas.
Si bien se había anunciado el arribo de la misión, no se había informado de mi llegada, ni mi identidad ya que a último momento había suplantado a la persona designada oficialmente. La misión tuvo momentos en que se acercó más a lo teológico que a lo tecnológico.
Por razones que escapan al foco de esta historia, el otro integrante de la misión había llegado 12 horas antes y partiría 12 horas después que yo.
Había decidido llegar temprano a Ezeiza ya que quería tener tiempo para despachar el equipaje, declarar el equipamiento electrónico que llevaba, cambiar divisas, tomar el desayuno y demás actividades propias de esa situación. Tal es así que, partiendo el vuelo a las 09:40 hs, yo me encontraba haciendo la cola a las 06:30 hs, en cuarto lugar de la fila.
Lamentablemente las computadoras de Aeropuertos 2000 decidieron sumarse a algún tipo de piquete tecnológico y no arrancaron hasta las 08:30 hs, sin que se modificara el horario de salida del vuelo, por lo que tuve que desistir de algunas de mis actividades planeadas. A todo esto, mientras hacía la cola me encontré, ó mas bien él se encontró conmigo, con un compañero de secundario, quien viajaba en el mismo vuelo y al que consulté sobre valores de taxis y hoteles en el país de destino.
Casi me desmayo cuando me dio los precios ya que la plata que yo llevaba no me alcanzaba para el hotel y la comida simultáneamente, habida cuenta que no había habido tiempo para que me adelantaran los viáticos del viaje, por lo que llevaba la poca plata que había retirado del cajero automático.
Cómo soy previsor, y hombre de mar, la noche anterior había pasado por el cyber y buscado en Internet el pronóstico del tiempo para los siguientes cuatro días en ese país. Habría sol y temperatura en aumento por lo que nada invalidaba la posibilidad de ...
Dormir en una plaza .....
Al tocarme el turno avanzamos juntos con mi viejo camarada y nos atendió la misma persona quién nos preguntó si viajábamos juntos, siendo mi respuesta afirmativa. Al subir al avión comprobamos que nos había dado asientos ...
separados por ocho filas.
El vuelo transcurrió sin novedades. La llegada al país vecino luego del desembarco en el aeropuerto repitió situaciones ya vividas. La búsqueda en vano de un cartel que mencionara mi nombre entre los cientos de personas que aguardaban a los pasajeros y la decisión de ir hasta la embajada en un taxi del aeropuerto con la consiguiente estafa en el precio del viaje, cortesía de un hermano latinoamericano a otro.
La situación mejoró notablemente al ingresar en la embajada. Esta es una moderna construcción que ocupa toda una manzana y simboliza alguna cualidad del ser argentino, lo insólito. Luego de tres pisos, la terraza está curiosamente cubierta de 5 metros de alto de tierra, sobre la cual se encuentra un frondoso árbol y una cascada. .
Decía que la situación mejoró notablemente ya que, además de permitírseme el ingreso, vino a mi encuentro un empleado que había conocido en Buenos Aires, el cuál se ocupó de mi alojamiento en dicha sede diplomática, y mi traslado hasta la Cancillería local, donde se realizaban las reuniones de la misión.
Recorrí la Cancillería local y por fin logré dar con el paradero de Roberto, la otra persona enviada en la misión.
Además de cumplir con la misión de asistencia, había aprovechado el viaje para probar equipos de comunicaciones y enlaces cifrados entre nuestra embajada y la Cancillería Argentina, razón por la que mi día comenzaba a las 6 de la mañana y finalizaba pasada la 1:30 hs.
El personal del Consulado y la Embajada, fueron muy cálidos en el trato invitándonos a cenar todos los días que duró la misión y así llegamos a la última noche, ya de madrugada y luego de haber cenado en un restaurante chino con dos damas representantes del Consulado y Embajada argentinas en ese país.
Al llegar a la 01:00 hs del viernes, solicité al guardia de gendarmería que me despertara a las 04:30 hs. ya que el chofer de la embajada pasaría a buscarme a las 05:00 hs para llevarme al aeropuerto. Luego de un baño retorné a la habitación donde al cerrar la puerta noté cierto ruido que me hizo suponer que la cerradura se había trabado. En efecto, al comprobar el estado e intentar abrir la puerta, comprobé con estupor que me encontraba encerrado en la habitación.
Sabía de antemano que las habitaciones linderas se encontraban vacías por lo que no daría mayor resultado golpear las paredes. Tal vez resultara ponerme a gritar como un desaforado por la ventana:
¡¡¡¡¡¡AUXILIO ¡!!!!!!!!!, ¡¡¡¡¡¡AUXILIO ¡!!!!!!!!!,
pero decidí dejar esa acción como último recurso ya que la embajada se encontraba casi desierta y no parecía propio alarmar a los vecinos de la zona y generar un episodio internacional por una cerradura trabada. Caray, uno tiene cierta dignidad.
Lo segundo que pude comprobar es que si bien existía un cableado telefónico con la correspondiente toma, no estaba el teléfono, lo cual dificultaba el uso de dicha tecnología.
Mi tercera opción fue encender mi celular. Una vez terminada la secuencia de arranque, el mensaje del display me dio esperanzas al indicarme que el roaming estaba activado.
¿ a donde llamar?
¿a Buenos Aires?
Recordé que en la reunión mantenida con el Embajador había recibido de éste la tarjeta con sus datos. Busqué y la encontré. Ya tenía el número telefónico.
Disqué y ..... oh sorpresa. El roaming anunciado por el display no era tal y una grabación me informaba que si quería utilizar el teléfono debía comunicarme con mi compañía de celular y activar el servicio de roaming para el país en que me encontraba. Terminada la grabación daba la opción de pasar a un Operador que nunca contestó.
Mi cuarta opción fue saltar por la ventana. Un primer cálculo me hizo pensar que dada la altura, si me descolgaba y tenía suerte ....como mínimo me rompería las dos piernas ..... Opción descartada.
Pensé en atar las sábanas y descolgarme tipo película, pero descarté la idea porque abajo había algo parecido a un patio y probablemente también estuviera cerrado con llave.
Decidí esperar a que se acercara el gendarme a despertarme. Las caipiriñas con que había regado la cena, conspiraban contra mi intención de mantenerme despierto. Decidí probar cada media hora la llave para constatar que la cerradura no había cambiado de opinión respecto a su convicción de mantenerme encerrado.
Se hicieron las 4 de la mañana. Cansado de cansancio y de esperar decidí pararme a lado de la puerta para intentar escuchar los pasos del gendarme cuando se acercara a despertarme. Luego de diez minutos de espera se me ocurrió pensar que, como estaba con la luz encendida y esta podría filtrarse por debajo de la puerta, el gendarme podría pensar que yo me encontraba despierto y volver a su puesto antes de darme la oportunidad de avisarle de mi encierro. Apagué la luz. Los siguientes 20 minutos los pasé parado, a oscuras al lado de la puerta aguzando el oído para intentar escuchar los pasos del gendarme.
Se hicieron las cuatro y media; las cinco menos veinte y nada. Había que asumir la realidad. El gendarme se había quedado dormido.
Plan B. Abrí la ventana e inspeccioné la cornisa. No había. Sólo las barandas de los departamentos. Pasé por encima de la baranda e introduciendo un tercio del pie desde afuera y agarrado a la madera fui desplazándome unos quince metros hasta que llegué “por el aire” a la ventana de la habitación en que dormía Roberto.
La luz proveniente de la calle permitía vislumbrar que se hallaba durmiendo contra la ventana en la que yo me encontraba del lado de afuera.
Golpeé fuertemente el vidrio y a la voz de ¡¡¡¡Robertoooooooo!!!!!..
Roberto pegó un salto en la cama de aproximadamente medio metro y me miró incrédulo y todavía medio dormido, intentando comprender cómo hacía para levitar en el vacío. Después reconocería que saliendo del estado alfa en que se encontraba, su mente le devolvió la imagen de mi avión cayendo y yo transformándome en un fantasma trashumante.
¡¡¡¡Abrime la persiana para entrar. Me quedé encerrado ¡!!!!!!!!!
¡¡No puedo, no anda; Se me rompió hace un rato y quedó trabada!!!!
No te puedo creer ¡!!!!. Quince metros a punto de romperme el alma y encima tengo que volver ¡!!!.
Agarrándome con una mano de la ventana, metí la otra en el bolsillo extrayendo la llave de la habitación y pidiéndole que intentara abrir la puerta desde fuera.
Permanecí “colgado” de la baranda esperando su retorno. Mientras tanto pensaba cuan extraño parecería para cualquier persona que pasase en ese momento por la calle ver a un cristiano a 5 metros de altura, agarrado del lado de afuera de una ventana cerrada y con la persiana baja en una embajada extranjera.
Volvió a los 10 minutos informándome que:
¡¡¡¡¡ La puerta no se abre!!!!!!
¡¡¡¡Buscá al gendarme que seguro se quedó dormido y que traiga las llaves de los departamentos adyacentes al mío para ver si puedo meterme por la ventana!!!!.
Mientras Roberto iba en busca del gendarme yo regresaba sobre mis pasos, sin mirar para abajo, y maldiciendo a los fabricantes de cerraduras y persianas berretas.
Mi ingreso por la ventana a mi habitación coincidió con la llegada de Roberto y el gendarme quién logró abrir la puerta y persiana de una de las habitaciones lindantes con la mía.
Le pasé una de las valijas por la ventana y antes de pasarle la otra, comprobé que había confundido la llave que le había dado a Roberto. Era la del baño y no la de la habitación. Entre la oscuridad y el hecho de estar colgado en el “vacío” no me había dado cuenta que tenía ambas llaves en el bolsillo.
Les di la llave correcta y desde fuera pudieron abrir la puerta, que crucé a las 04:57 hs.
El vuelo de regreso no lo perdí.
Tal vez el título de éste relato debió haber sido “Colgando de una Baranda”.
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Propietario: Hernán Siches, Número de Registro DNDA: En Trámite, Fecha de Publicación: 16/05/2013.
Domicilio Legal: Dr. Juan Jose PASO 56, 6 A, Martínez, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.